Apuntes biográficos
El 12 de enero de 1926, Sofía nació en Bogotá en el tradicional barrio Las Nieves. Sus padres fueron Carlos Arturo Rodríguez y María Verónica Pérez, quienes habían sido artistas de circo. Fue bajo la carpa donde se conocieron y tuvieron dos hijas: Sofía y Gloria Inés, la menor.
Carlos Arturo estimuló y apoyó las capacidades artísticas de las niñas, pero fue Sofía quien perseveró con disciplina en el desarrollo de sus talentos innatos. El padre también era ebanista, dirigente sindical y perteneció durante varios años al recién fundado Partido Comunista. Esto le permitió a Sofía conocer desde niña el mundo de las reuniones y las tertulias literarias, pues su padre tenía trato habitual con poetas y artistas de su generación, y por ello también pudo asistir a las funciones del Teatro Municipal y del Teatro de Colón.
Como su hermana Gloria Inés también cantaba y hacía esfuerzos por comprender los secretos del violín, se unieron para conformar el dúo Las Alondras del Llano. La emisora de radio Voz del Llano convocó a concursos musicales y de canto, y por este medio Las Alondras se dieron a conocer en la región, por lo cual eran invitadas a poblaciones circunvecinas. Carlos Arturo, el padre, entendió que debía regresar a Bogotá para que sus hijas recibieran una mejor formación artística.
Sofía estudió primaria en el Colegio Palermo, donde recitaba poemas y participaba de los actos artísticos. A la edad de ocho años escribió un cuento titulado Las muletas de Busiriaco que dramatizaba con su hermana Inés. En este momento, la familia vivía en casa de una tía paterna, en el centro de la ciudad, calle 21 con carrera 6.
A la edad de doce años, una mañana cualquiera, su padre le dijo que debían viajar a los Llanos Orientales porque había conseguido trabajo en Acacías, en una compañía petrolera que los estadounidenses explotaban en la región. Cuando Sofía creció entendió que ese viaje se debió al activismo político de su padre, pues allí él se dedicó secretamente a la conformación de una asociación sindical. Sofía prosiguió sus estudios en el colegio de las Hermanas de la Sabiduría y de inmediato, las religiosas notaron su sensibilidad y su voz magnífica, y la integraron a los coros. Sofía incrementó su repertorio de poemas con los de José Asunción Silva, los de Sor Juana Inés de la Cruz y otros poetas más; aprendió a cantar el Ave María de Mendelssohn, a tocar guitarra y comenzó a escribir pequeñas piezas de teatro que representaba con sus compañeras en el salón del padre Mauricio, el párroco.
Después de dos años de ausencia, en la capital las niñas entraron al colegio de las hermanas de la Presentación y el orgulloso padre contrató al reconocido profesor Casas para que les dictara clases de solfeo y música. En ese tiempo, por medio de un concurso la Voz de la Víctor buscaba nuevos talentos y Las Alondras del Llano se inscribieron para participar. Esto les abrió las puertas del Teatro Municipal y una primera entrevista por Radio Santa Fe.
A finales de 1942, Sofía formó parte de la Compañía Estampas Líricas, conformada por niños y niñas, en especial, que estaba en temporada en el Teatro Municipal. La parte vocal estaba a cargo de Aída Ricci y la dirección de José Ricci. De manera simultánea, la Compañía de Lilly Álvarez presentaba los fines de semana matinales, con un repertorio de piezas infantiles. Las dos compañías se unieron para algunas funciones y, al parecer, la más exitosa fue la de la “Bruja Zascandil”. Es posible que esta experiencia haya sido tan estimulante para Sofía que formara parte de sus profundos deseos de trabajar con niños y jóvenes, tal como lo hará años más tarde.
Al poco tiempo, Sofía se quedó sola porque su hermana viajó. Desde este momento, ella buscó perfeccionar su registro vocal que era soprano coloratura, y también realizó un curso en la emisora Nueva Granada para aprender las claves de la comunicación radial. Una vez terminó la formación, su primer trabajo fue en la Voz de la Víctor. Este fue el comienzo de su vida artística en solitario, como cantante acompañada de guitarra e integrante de elencos en radioteatro.
Igualmente, Sofía estudió en la Escuela de Arte Dramático del Teatro de Colón y fue contratada por compañías de teatro, entre ellas la de Gnecco Mozo, la Bogotana de Comedias de Luis Enrique Osorio y la de Campitos; actriz en películas y, posteriormente, en la recién fundada televisora nacional, en seriados y dramatizados, y directora de programas infantiles. Incansable escritora de obras infantiles y libretos para televisión. Años más adelante también aprendió el manejo de los títeres en un taller que dictó el maestro Ernesto Aronna en el Teatro del Parque Nacional.
Una mañana de enero de 1950, en la antigua iglesia de Las Aguas, Sofía se casó con el bailarín y también actor y director Ángel Alberto Moreno, más conocido como Don Eloy, por su papel en el programa Yo y tú de la televisión. Después de su matrimonio, a la usanza de la época comenzó a firmar con el apellido de él y así figura en la mayoría de los programas de mano y en la divulgación de las obras.
Con gran visión de futuro y en favor de la educación artística y social, la pareja abrió la Academia de Arte y Teatrino Don Eloy para compartir sus conocimientos y acercar a temprana edad a niñas y niños al arte. Este fue el legado que la pareja dejó a los bogotanos y que hoy continúa bajo el cuidado del hijo de la pareja, Carlos Arturo Moreno.
El 6 de junio de 1957 se estableció el Círculo Colombiano de Artistas, Cica, y Sofía formó parte activa en su fundación y organización. Los miembros de la junta directiva se quedaron varios meses sin trabajo, como represalia de las autoridades.
Después de años y años de perfeccionar su arte, de incansable trabajo en los medios que se fueron abriendo para los artistas, el 9 de noviembre de 1989, el corazón de Sofía dejó de latir. Pero antes de esto, durante sus tres últimos años, se dedicó a arreglar los muñecos, a remendar o cambiar telones, confeccionar y coser vestuario nuevo, y todo cuanto pedía su atención en el teatrino y la academia. Y tal como Carlos Orlando Pardo lo escribió en su novela Verónica resucitada: “Ella se fue quedando en cada personaje y aún en los peores días de su enfermedad seguía construyéndolos; sólo se quedó sin terminar el que más amó: la cabeza calva de un guiñol que representa muy bien a Don Eloy”.
Homenajes: A lo largo de su carrera, Sofía de Moreno recibió expresiones de gratitud por su actividad artística y por su labor educativa. Se publicaron notas y artículos periodísticos en los que se reconocía su trayectoria y su incansable actividad como maestra de arte.
Después de su muerte, la Junta Directiva de la Acción Comunal del Barrio Ciudad Jardín le rindió homenaje por la labor que desarrolló en favor de la comunidad.
Ir a: