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Anécdotas
Exposición:
Amira de la Rosa. Alma y lengua colombiana
Eso se hereda
Meira Delmar, la poeta barranquillera, recordó que en alguna oportunidad Amira de la Rosa estaba en la rectoría del Colegio Gabriela Mistral (de propiedad de las hermanas Arrieta) ultimando detalles de la matrícula de una adolescente y el padre de esta, una vez cumplidos todos los trámites, al despedirse le dijo: “Voy a pedirle un favor, doña Amira: que la niña no me vaya a salir literata”. Y ella con toda la “sal del mundo derramada en la voz” —en palabras de Meira—, le contestó: “No se preocupe, señor, no se preocupe. Eso se hereda, ¿sabe? Eso se hereda…” y con una sonrisa despidió al señor, quien ya tranquilizado se dirigió a la puerta.
[Anécdota tomada del libro Amira de la Rosa. Obra reunida (II), p. 442].
Las joyas de la costurera
Cuando la dramaturga Amira de la Rosa estrenó su drama Madre borrada, el 14 de enero de 1944 en el Teatro Heredia de Cartagena, ya había tenido una temporada exitosa en Barranquilla y, sin exageración, los más importantes periódicos de las ciudades de la Costa Atlántica y El Tiempo en Bogotá lo habían registrado prolijamente; es más, desde su estreno en España, en 1943. El crítico teatral del Diario de la Costa, quien firmaba como Fulminante, no pretendía dañarle la fiesta a la dramaturga que estaba siendo objeto de agasajos, y tampoco quería herir los orgullos regionales que habían aflorado con su éxito allende el mar y en el país, entonces, al escribir su artículo “Madre borrada juzgada” decidió, primero que todo, resaltar las cualidades de la escritora y de su drama, luego, formular algunos reparos a la representación. En efecto, como Amira hacía el papel de Amalia Campos, protagonista del drama, Fulminante escribió al respecto: “Tal vez por la precipitud y la emoción, a doña Amira se le olvidó guardar las relumbrantes alhajas que centelleaban en sus manos y en su cuello. Y estas joyas en una costurera que se gana la vida cosiendo resaltan con mucho lujo. ¿Me perdona esta observación, ilustre dama?
[Anécdota tomada del libro Amira de la Rosa. Obra reunida (I), p.35].
Hoy se podría pensar también que no era un olvido el uso de las joyas. Amira, al interpretar a Amalia no quería dejar de ser Amira de la Rosa, la dama barranquillera y dramaturga exitosa, mucho menos frente a la aristocrática sociedad cartagenera que había acudido en pleno al Teatro Heredia a verla.