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Carteles de teatro

Los carteles de teatro transmiten la información relevante de cada espectáculo con el fin de llamar la atención de los espectadores; sin embargo, estas piezas publicitarias muestran notables diferencias de acuerdo con el momento histórico de su creación.

 

Por esto, la presente muestra recoge algunos carteles del siglo XIX y de principios del  siglo XX, que todavía se preservan en fondos bibliográficos antiguos, e incluye algunos carteles del Teatro La Candelaria que se hallan en el centro documental del teatro.

Carteles antiguos

Los carteles antiguos de espectáculos se enmarcan dentro del contexto divulgativo del siglo XIX, cuya función era promocionar medicamentos y servicios de salud, productos importados, libros, apertura de institutos de enseñanza, clases de música, canto y danza, obituarios, invitación a honras fúnebres, etcétera.

 

 

De los años treinta del siglo XIX se encuentren dos carteles de teatro muy interesantes. El primero, fechado y corregido por un acucioso espectador, nos permite hoy conocer la fecha exacta de la función del Hombre Incombustible y de la representación de “El médico a palos” a la que él asistió (jueves 18 de agosto de 1836). Y, de nuevo, gracias a ese diligente aficionado y buen amigo de guardar recuerdos, sabemos que en la función del viernes, 26 agosto de 1836, en el segundo número, de la segunda parte del espectáculo, el señor Hart tuvo un accidente. Así escribió el espectador: “En esa suerte se rompieron las correas, y cayó Miguel Hart de lo más alto de la columna sufriendo un porrazo terrible”.

 

Teatro en Colombia 1836

 

El segundo cartel no tiene el año de presentación del señor y la señora Robert; sin embargo, los precios de la boletería son iguales. Esto podría significar que la representación ocurrió en el mismo año de 1836 o en algún año cercano a esta fecha. Como se puede apreciar en el acto quinto, para la representación del sainete el “Zapatero de Landes y su mujer” intervinieron tres aficionados de la ciudad. Uno representando al Pulpero y dos a un par de Criados.

Teatro en Colombia

 

 

La Compañía Ravel estuvo de gira en 1847 por poblaciones de la costa Atlántica, y promocionó las funciones con carteles. Dos carteles guardan la memoria de sus funciones en Santa Marta y Cartagena de Indias. Otro cartel atestigua la presencia de un circo ecuestre en Bogotá, infortunadamente sin fecha.

Siguiendo las anotaciones que sobre Bogotá hizo el viajero francés Luis Verbrugghe, en 1878, se puede deducir que el cartel ocupó un lugar destacado en la información masiva del siglo XIX. Los transeúntes se amontonaban frente a cada cartel, incluso los analfabetos lo hacían, pues alguien podía leer en voz alta. Esto suscitaba charlas amenas o discusiones, según el contenido del cartel.

El viajero francés escribió que aspectos de la vida privada de algunos bogotanos también podían aparecer en dichos carteles y ni siquiera las mujeres se salvaban de ataques. Guardando las debidas proporciones de tiempo, las reacciones eran similares a las que suscitan actualmente algunas redes sociales. Así escribió Verbrugghe: “Toda la historia de la ciudad se encuentra así escrita en las paredes: proclamas de los presidentes, protestas generales, parciales o individuales, declaraciones de los clubs y avisos mortuorios se ven pegados los unos al lado de los otros, y con frecuencia los unos sobre los otros el mismo día”.

(Traducción de apartes hecha por La Voz Nacional (Bogotá), núm. 6, may. 3, 1884, pp. 51-53).

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Antes de que los carteles existiesen, las compañías solían divulgar sus espectáculos por medio de hojas impresas o manuscritas que ellos mismos u otras personas repartían, con información básica. Introducían asimismo frases persuasivas o el resumen de la obra, sin su final, que servían para motivar la asistencia del público.

Hacia mediados del siglo XIX, José María Cordovez Moure (Reminiscencias de Santafé y Bogotá) recuerda la estrategia utilizada en 1854 por el empresario Guillermo París que mandó pintar al óleo grandes telones y luego los puso en los carromatos públicos que hacían el recorrido Bogotá-Facatativá.

Aunque no se conserva ningún cartel, por la prensa hoy se sabe que los teatreros Románticos, reunidos en la Sociedad Dramática, irrumpieron en la ciudad por medio de carteles que causaron bastante ruido. La siguiente es una de dichas notas periodísticas:

En los primeros días del mes de octubre de 1855, en las principales calles de Bogotá aparecieron unos carteles anunciando una función teatral para el segundo domingo del mes. La parte de arriba del mencionado cartel informaba sobre la obra del debut, la “afamadísima” Fernán González y el reparto; en seguida la siguiente anotación: ‘La función no será presidida por autoridad alguna en su calidad de tal. Presidirán la cultura social y el respeto debido al bello sexo. Si la policía tuviere necesidad de asomarse, encontrará franca la entrada para el cumplimiento de su deber’

(Teatro en Colombia: 1831-1886. Lamus: 1998, 39).

Se trataba de abrir con la obra El conde Fernán González y la exención de Castilla, de Mariano José de Larra, que en el cartel, por razones de economía de espacio, su título fue acortado. La anotación siguiente del cartel que dice “la función no será presidida por autoridad alguna en su calidad de tal…”, etcétera, no era ingenua, pretendía aguijar a las autoridades, suscitar risitas socarronas entre los amigos y anunciar de manera diplomática su deseo de poner fin a la censura previa de las obras.

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Del mismo periodo se conservan los carteles de funciones de teatro, ópera, conciertos y circo. Los de teatro son muy parecidos a los avisos publicados en la prensa por compañías teatrales, en cuanto a su tipografía y adornos.

 

 

Las características más sobresalientes de dichos carteles son: preferencia por el formato vertical, papel de color monocromo (azul, verde, amarillo y hueso, principalmente) diversas fuentes y tamaños en un mismo cartel, textos extensos, adornos creativos en los bordes.

Los carteles, además de informar, tenían una función persuasiva más evidente que el aviso de prensa y alegraban a un público más amplio con la posibilidad de romper su cotidianidad.

Los carteles se pegaban en las paredes de teatros y salones donde se llevaría a cabo el espectáculo en mención; en algunas paredes habilitadas para tal efecto, en locales comerciales y en los sitios donde se reunían los artesanos.

 

Con los avances tecnológicos, en las últimas décadas del siglo XIX, se encuentran algunos carteles que incluyen otras ilustraciones, como alguna foto de los artistas.

Por lo general, los carteles publicados por el Teatro Nacional (Teatro de Cristóbal Colón), tienen márgenes superiores e inferiores mucho más elaborados que los de otros teatros y compañías.



Cartel callejero siglo XX

 

Al comenzar el siglo, los carteles informativos se multiplicaron debido al cine (cartel cinematográfico), a los toros (cartel taurino) y al boxeo, que entraron a disputar los espectadores en cada ciudad. Por tanto, el cartel tuvo una vida útil mucho más pasajera. Su objetivo era informar a más personas y de manera económica, por lo cual el papel y su producción correspondían a este mismo objetivo. Dicha característica, sumada al gran número de ejemplares que se imprimían, hizo que muchas de estas piezas se perdieran, llevándose la información de la vida teatral del país.

 

 

Al comparar los carteles de este siglo con el anterior, se pueden observar sus diferencias tipográficas y de diagramación: presencia de alguna imagen, menos fuentes, un encabezado en letras grandes, dos o tres colores contrastantes, texto corto, directo, de manera que se pueda leer rápidamente.

 

Cartel ingenioso, en forma de abanico, anunciando la función de la obra Calla corazón, en el Teatro Municipal, drama con el cual debutó la Compañía Gobelay. Debido a su forma y tamaño llamó la atención de los bogotanos y la prensa.

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Coda visual

Después del recorrido por momentos específicos, con el objeto de destacar las diferencias en diagramaciones, fuentes, colores y mensajes, se reúnen varios carteles callejeros. Ellos no son solamente testimonio de progresos técnicos, también lo son de cambios sociales: Ayer, para el citadino el espacio era cambiante y armonioso y tenía tiempo para apreciarlo. Hoy, el espacio se rezagó y el codicioso tiempo todo lo devoró. Ayer el cartel callejero informaba, hoy es contaminación visual. Dejó de existir.

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