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Marina Lamus


Anécdotas
 
Exposición:
Luis Enrique Osorio (1896-1966)
 

¿Coincidencias?

 

¿Coincidencias?

En 1917, el general Manuel Briceño, Gobernador de Cundinamarca, no resistió las críticas que Luis Enrique Osorio hacía en su pieza La ciudad alegre y coreográfica y mandó cerrar el teatro donde se presentaba, el Teatro El Bosque, ubicado en el Parque de la Independencia, impidiendo de esta manera que continuara su exitosa temporada. Años más tarde, en 1951, el hijo del general Briceño, Manuel Briceño Pardo, alcalde de Bogotá, mandó derruir el querido Teatro Municipal de Bogotá, por motivos similares.

 

En 1918 se presentaba la revista musical La ciudad alegre y coreográfica, escrita por Luis Enrique Osorio, cuyo título era una adaptación de la obra de Jacinto Benavente. La representaba la Compañía Palou-Planells, en el Teatro El Bosque, ubicado en el bogotano Parque de la Independencia, con la participación de dos artistas muy importantes: Matilde Palou y Agustín Sen.

Censura y paranoia

 

En 1918 se presentaba la revista musical La ciudad alegre y coreográfica, escrita por Luis Enrique Osorio, cuyo título era una adaptación de la obra de Jacinto Benavente. La representaba la Compañía Palou-Planells, en el Teatro El Bosque, ubicado en el bogotano Parque de la Independencia, con la participación de dos artistas muy importantes: Matilde Palou y Agustín Sen.

 

La alegre pieza tenía la peculiaridad de estar dividida en cuadros en los cuales se hacía críticas mordaces a la política nacional y al manejo de la ciudad. La primera parte ya se había representado unos días antes, y había alcanzado gran aceptación, según se desprendía de la masiva asistencia del público y de sus carcajadas. En ella se hacía la “tiradera” a Eduardo Santos Montejo, a El Tiempo y a Carlos Obregón, el cachaco más elegante y cotizado de la ciudad. Se decía que él importaba toda su ropa de Inglaterra y para lucirla se cambiaba tres veces al día; esto es, dos veces menos de lo que solían hacerlo los aristócratas londinenses. El otro personaje identificable en la obra era Enrique Olaya Herrera, por entonces un joven y prometedor político, quien no resistió el humor y sarcasmo osoriano y retó al autor a “echarse bala” en un improvisado duelo en el camellón de la Alameda, en pleno centro de Bogotá. Como el autor no tenía armas, el retador le prestó una pistola alemana de su propiedad. Por fortuna, alguien llamó a tiempo al “chapol” (policía) y ante la oportuna presencia de la autoridad, el improvisado duelo no se pudo llevar a cabo.  

 

La segunda parte de La ciudad alegre... representada unos días después de los anteriores hechos, tenía igualmente situaciones humorísticas en las que se criticaba el servicio municipal de tranvías, la candidatura de Guillermo Valencia, y otras situaciones más de la cotidianidad bogotana. El general Manuel Briceño, por entonces Gobernador, no resistió las críticas a su gestión y al día siguiente mandó cerrar el teatro e impidió continuar con la temporada, cuyos cuadros revisteriles prometían seguir apareciendo, como si se tratara de un noticiero capitalino. Asustados, la bella Matilde Palou y el director Agustín Sen pusieron pies en polvorosa. Huyeron de la ciudad porque eran extranjeros y no sabían que podría ocurrirles. El asustado y novel autor también emprendió la fuga y como pudo viajó a Caracas y allí vivió en unas residencias universitarias y dirigió una fábrica de confección de alpargatas. Después saltaría a Puerto Rico y de allí a Nueva York.

Cupido en la Bogotana de Comedias

Desde 1943 que comenzó actividades artísticas la Compañía Bogotana de Comedias hasta 1947, todos los años el elenco celebraba el matrimonio de una pareja de enamorados, formada al interior del conjunto. Así que por culpa de las rondas teatrales del dulce Cupido andino, Osorio fue padrino de 5 parejas.

Manzanillo en Venezuela

En 1945, la Compañía Bogotana de Comedias, dirigida por Luis Enrique Osorio, realizó una gira artística que incluyó los departamentos santandereanos y terminó en Caracas, Venezuela. En la capital venezolana se presentó en el Teatro Nacional con sus obras El doctor Manzanillo y Manzanillo en el poder. La primera batió todos los récords de taquilla, durante 30 funciones seguidas, interrumpidas solamente por el estallido “de la revolución de octubre”, cuando debieron regresar a Bogotá. Si este episodio político no hubiera ocurrido, no se sabe cuánto tiempo más hubiera permanecido la Bogotana de Comedias en el vecino país.

Estadísticas de 1946

Según estadísticas de julio de 1946, el número de representaciones de las obras de Luis Enrique Osorio, hasta ese momento en Bogotá, eran impresionantes. Estas son las cifras:

 

Adentro los de corrosca: 150 representaciones.

Manzanillo en el poder: 50.

Entre cómicos te has de ver: 50.

Bombas a domicilio: 60.

Solo habría que aclarar que dichas cifras se sacaban por el número de días de cada una de las temporadas y por el aforo que el Teatro Municipal llevaba.

A estas cifras habría que agregar las representaciones en otros sitios, pues Osorio tenía un bus con capacidad para 50 pasajeros que viajaba de pueblo en pueblo. Su compañía se presentaba desde el aristocrático Teatro de Colón hasta la gallera de Barbosa (Santander). Así que hoy, en la distancia, y muy al estilo paródico que tanto gustaba a Osorio, podríamos recitar en nuestro propio estilo la Escena XII del Acto I de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla:

Yo a las cabañas bajé,

yo a los palacios subí,

yo los teatros escalé

y en todas partes dejé

memoria alegre de mí.

Rotulando obras

La siguiente anécdota tiene como objetivo, por una parte, poner a los eruditos en el texto dramático a ejercer sus conocimientos y, por otra, si no quieren hacer la tarea, invitarlos a divertirse con las erudiciones de los críticos teatrales.

Cuando Luis Enrique estrenó Préstame tu marido (1946) el crítico de El Tiempo, quien firmaba con el seudónimo de Talma, escribió, entre otras cosas, que la obra era una “mezcla de vaudeville francés y de género chico español”, que tenía “influencia de Argentina y recursos de la comedia norteamericana”.

 

El dramaturgo Antonio Álvarez Lleras no estuvo de acuerdo con todo lo escrito por Talma en su columna. En una nota publicada por el mismo periódico dijo que, en efecto, Préstame tu marido si tenía influencia de la comedia argentina, pero fue más allá al especificar que era del tipo de comedias que Gloria Guzmán presentaba por entonces. Que se trataba de un “astracán de salón” y no tenía nada de “vaudeville francés ni astracán español”; la pieza recordaba, además, una película que se llamaba Una mujer que no miente, todo lo cual no minaba la originalidad y gracia de la pieza de Osorio pues era magnífica, remataba Álvarez Lleras.

 

Después de lo anterior, en su escrito Álvarez Lleras agregaba algunos conceptos que para sus lectores de hoy pueden sonar más familiares: el estilo y las situaciones de Osorio demuestran nuestras características nacionales: somos ligeros, simples, inconscientes, “lo cual demuestra y dada la estupidez de la vida que somos también bastante inteligentes”. Agrega que el género frívolo estaba en concordancia con dicha época: dolorida, insegura, angustiosa, por lo cual se procuraba huir de las preocupaciones.

Por su parte, quien suscitaba todas estas reflexiones, el directo implicado, Luis Enrique Osorio autor de la obra, dijo que la había escrito al estilo de las de Ladislas Fodor. Nada más.

Como conclusión, en lo único en lo que todos coincidían después de tan eruditas reflexiones de los críticos (¡que los había, aunque ustedes no lo crean!) era que el público osoriano reía a mandíbula batiente durante dos horas y salían felices del teatro.

Buses a todos los barrios

En mayo de 1946, Luis Enrique Osorio estrenó la obra Préstame tu marido, con su Compañía Bogotana de Comedias. Fue todo un éxito. Para colaborar con su público fiel que pasaba trabajos con el transporte, Osorio decidió contratar un bus que iría todos los días a un barrio distinto. Con antelación, la empresa informaba el itinerario diario y los vecinos de cada barrio podían llamar por teléfono y reservar su puesto. Osorio asimismo bajó los precios de la taquilla y fijó el mismo que tenían las salas de cine, mucho más barato, por entonces.

Unas de sal otras de azúcar

Durante la gira artística de la Compañía Bogotana de Comedias en 1946, a su director, Luis Enrique Osorio, y a su elenco les ocurrió de todo, entre una gama variopinta de vicisitudes y accidentes. La primera ciudad que la compañía visitaba era Neiva. Debido a un trágico accidente, el actor Raúl Otto Burgos murió. Cinco minutos antes de abrir el telón en la capital huilense, al actor se le disparó un tiro de una vieja pistola y por desgracia murió. Fue el doloroso comienzo de una gira que afectó a todo el elenco. Corrieron mil rumores, entre ellos, que el actor se había suicidado por conflictos sentimentales. Pero el director declaró frente a los periodistas que Burgos viajaba de paseo con la compañía, no incorporado al elenco, pues se retiraría ese año y quería “despedirse de sus compañeros y de sus papeles”. El director agregó enfáticamente y de manera teatral que el arma era vetusta, que no funcionaba, por eso se utilizaba como parte de la utilería, pero por un desgraciado error, en el tambor había quedado una bala y nadie se había percatado de ello. Lo cierto era que el actor, vestido con su indumentaria teatral –decía el informe policial– se había disparado mientras se miraba al espejo. Y la inservible arma había funcionado despidiendo esa única bala que por equivocación aguardaba dentro de ella.

Con gran dolor, el director quiso suspender la gira, regresar a la casa para guardarle luto al entrañable Raúl Otto; pero la compañía votó, y por mayoría ganó que se debía continuar el camino, precisamente en homenaje al actor más querido y aventajado, al compañero que se debía llorar en grupo y no a solas.

En 1951, años después del desgraciado suceso, al referirse al hecho, todavía con gran dolor Osorio dijo: “Nunca han logrado impedirme que levante el telón... Aunque no... Si... Una vez no se pudo levantar... Una vez tan sólo. Y el causante fue el mejor, el más aprovechado, el más noble de mis discípulos. Jamás me causó la menor contrariedad. Fue un ángel... hasta el día en que se le metió el demonio del teatro en el alma y se levantó la tapa de los sesos, minutos antes de que se iniciara el espectáculo”.

Pero estamos en 1946 en este relato, y siguiendo su destino trashumante, la farándula continuó el camino. Salió de Neiva con rumbo a Ibagué. En esta ciudad el director protestó por los altos impuestos departamentales (30%) que el cabildo ordenaba cobrar a las compañías nacionales y eximía a las extranjeras. Por el contrario, en Calarcá el alcalde, Pedro Fayad, ofreció de manera gratuita el Teatro Municipal pero, por desgracia, la muerte y el sepelio del cura párroco le quitó espectadores al teatro y el poco aforo que se recaudó no alcanzó para cubrir los gastos de sostenimiento de la compañía. En Armenia, Osorio no pudo llegar a acuerdos con los distribuidores de cine, por esto solo pudo quedarse dos días, afortunadamente con llenos completos. En Pereira perdió dinero por desacuerdos con los dueños de los teatros; Gnecco Mozo ya se lo había advertido. Él había pasado por allí con su compañía y lo único que habían ganado eran disgustos. En Manizales, la Bogotana de Comedias siempre tenía gran recepción, pero solo podía permanecer tres o cuatro días porque los dueños de los teatros no los rentaban por más tiempo. Por el camino a Medellín, en Anserma, el cariño, la acogida, la comprensión de los lugareños le hicieron ganar a la compañía las pérdidas anteriores. Tan pronto la gente de Anserma vio la comitiva integrada por dos jeeps y un bus, las localidades se vendieron en un santiamén. Como la región padecía un duro verano, había escasez de gasolina para continuar el viaje, pero la gente ayudó a conseguirla en los pueblos vecinos. En Medellín la acogida fue magnífica, aunque la escasez de gasolina impidió que los espectadores llegaran masivamente.

Pasó el verano y la escasez de gasolina. Durante el regreso llegó el invierno y con él otras dificultades. El bus se varó y no se conseguían los repuestos. Se debió movilizar a los artistas en sucesivos viajes en los dos jeeps, durante todo un día y una noche, por una carretera deteriorada y fangalosa. Por fin llegó todo el elenco a Cali. En la ciudad no había luz. En el Teatro Municipal se arreglaron como pudieron y con una nutrida asistencia y aplausos, el público les hizo olvidar la odisea que habían pasado. Luego la tropa salió para Roldanillo, Buenaventura, Santander de Quilichao, Florida, Buga y finalmente Caicedonia; la ciudad más generosa de todas y la que más amor le brindó a cada uno de ellos. Con esta sensación los artistas se despidieron del Valle.

De regreso, la Bogotana volvió a pasar por Armenia, y en el pequeño salón Apolo, en medio de torrenciales aguaceros se hicieron memorables funciones con público abarrotado en todas las localidades. Igual estaba ocurriendo con los artistas de la carpa de Martín, quienes también estaban en Armenia y no querían irse todavía, después de un mes, porque el público seguía asistiendo. Y como las carreteras estaban terribles por el invierno ellos no tenían afán. Osorio desistió de ir a Popayán por las exigencias y condiciones que el Teatro Municipal imponía. No valía la pena como tampoco seguir adelante, a Pasto y al Ecuador, las noticias del mal estado de las carreteras colombianas no les auguraba sino penalidades.

Por un milagro de la alegre Talía, la moderna carreta de Tespis de la Bogotana de Comedias pudo atravesar la cordillera central, pues los derrumbes y las crecientes de los ríos se habían intensificado. Después de tres meses de gira artística y de bregar con los dueños y administradores de los teatros, con las malas carreteras y las inclemencias del clima, la compañía arribó a Girardot y la población les hizo olvidar todas las tristezas. Finalmente en Bogotá, la gira fue rematada con una fiesta de matrimonio. Se casaban Marina García y Ernesto Ortiz, quienes gracias al amor, apenas se habían enterado del calor y del frío, de la lluvia, el lodo y las varadas. Los padrinos: Anita Machlavelli, la directora de la orquesta que viajaba con la Compañía y los hermanos Osorio.

Dramaturgo glosa al público

Según Luis Enrique Osorio el público colombiano de los años cuarenta y cincuenta tenía una sensibilidad formada por las compañías que venían del exterior, por eso, todo lo de afuera “nos parecía bueno”, afirmaba el dramaturgo, y agregaba: “Tenemos el oído educado a la afectación y la tomamos a menudo por arte, o por la copia fiel de determinado acento extranjero”. Por tanto, en algunos de sus escritos el dramaturgo quería resaltar los “lunares” de las compañías extranjeras, porque esa sensibilidad “nos hace ver como bueno aquellos actores grandilocuentes, explosivos, y actrices que canturrean y van de un lado a otro del escenario batiendo un pañuelo”. Osorio consideraba al actor francés Louis Jouvet “afectadísimo, siempre con el tono del rol del doctor Knock”; a los artistas españoles, “no con voz de sesión solemne sino con el discurso pomposo ante Su Majestad”, y a los argentinos “con voz de tango”.

Estadísticas de 1950

Según las estadísticas, en enero de 1950, dos obras de Luis Enrique Osorio alcanzaban una cantidad considerable de funciones. Paro femenino: 61 funciones y Ahí sos camisón rosao: 196. Y se esperaba que durante los meses siguientes continuaran en cartelera, en Bogotá.

Llanto en la Bogotana de Comedias

Durante la vida artística de la Compañía Bogotana de Comedias murieron trágicamente tres miembros del elenco: Raúl Otto Burgos, galán joven; Isabel Contreras, dama joven, y Luis Eduardo Osorio, apodado Pelagatos y hermano de Luis Enrique, quien murió en un accidente de aviación, después de una temporada en los Llanos Orientales.

Sorpresas osorianas

Las únicas obras de Luis Enrique Osorio que no tuvieron éxito de taquilla fueron: La imperfecta casada y Aspasia, cortesana de Mileto. El público no las respaldó con su asistencia; pero Osorio recibió una gran alegría de parte de una admiradora suya, conocedora de su obra y buena crítica. Se trataba de la señora que limpiaba los pisos en el Teatro Municipal de Cali, mujer de origen humilde y con no más de dos años de escuela primaria. Durante una temporada de la Compañía Bogotana de Comedias ella le dijo al autor que sus obras le parecían simpáticas, pero que la mejor, definitivamente, era Aspasia. Y para sorpresa de la señora, esta también era la obra predilecta del autor.

Inventario de obras

Que se sepa hasta el momento, Luis Enrique Osorio escribió las siguientes obras –que están identificadas y publicadas–: 38 obras de teatro; 13 novelas; 5 cuentos; muchas poesías escritas y pocas publicadas; 5 ensayos; 3 estudios; 45 títulos aproximadamente, entre crónicas y artículos periodísticos.

Cupido en la Bogotana
Manzanillo en Venezuela
1946
Rotulando obras
Buses a todos los barrios
Unas de sal otras de azúcar
Dramaturgo glosa
1950
Llanto en la Bogotana
Sorpresas osorianas
Inventario
Censura y paranoia
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