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Radioteatro: breves historias
Introducción

 

teatro colombiano
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Para finales de los años veinte del siglo xx, varios países de América Latina ya tenían una buena cantidad de emisoras. Poco a poco este medio se fue convirtiendo en un importante vehículo de comunicación, de difusión ideológica, de esparcimiento y recreación, y de venta de artículos, producidos por la industria y el comercio.

 

El crecimiento del sector fue acelerado. Con el paso de los años, los avances técnicos y la legislación, las emisoras diseñaron espacios de variedades y de música popular que tendrían gran atractivo; concursos musicales y de canto que brindaban oportunidades a nuevos artistas; declamadores de poesía popular, boletines de noticias y comentarios deportivos, entre otros programas.

 

 

El radioteatro se introdujo en la programación como un elemento cultural que debía llegar a todas las capas de la sociedad. Este era un concepto acogido de manera unánime. En 1939, por ejemplo, la Revista Ondas de Ibagué recalcaba la necesidad que tenía esa ciudad de tener un espacio para el radioteatro: “El factor más importante para el progreso de la cultura en sus más diversas manifestaciones es la explotación de radioteatros” (Revista Ondas, núm. 12, mayo 1939). La revista agregaba que Medellín ya tenía uno y Bogotá señalaba esta carencia.

 

A partir de los años cuarenta, el radioteatro figuraba en la programación de las emisoras mejor dotadas técnicamente y con mayor patrocinio. Así mismo, se fueron incrementando toda clase de seriados radiofónicos con temas policíacos, heroicos, de aventuras; comedias costumbristas cuyos personajes encarnaban tradiciones culturales rurales y urbanas, folletines y, posteriormente, la imbatible radionovela comercial.

 

Este crecimiento fue acompañado por la conformación de compañías radio teatrales integradas por artistas nacionales y latinoamericanos reconocidos. Dichas organizaciones realizaban dramatizados, seriales jocosos y teatralizaban propagandas. De esta manera, las emisoras comerciales competían para mejorar sus audiencias.

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Guionistas, artistas y sus directores consolidaban libretos y adaptaban obras no solo de teatro, tragedias, comedias, sino que también lo hacían con novelas, cuentos, poemas, leyendas, mitos y sucesos de carácter histórico o cotidiano. Para este ejercicio se valían de ediciones populares de libros que se importaban desde los años veinte y treinta, traducidos de sus idiomas originales. Dichos libros llegaron primero de editoriales de Madrid y Barcelona, y en los años cuarenta se incrementaron con las publicaciones latinoamericanas, en especial mexicanas y argentinas.

 

Las décadas del cuarenta y cincuenta fueron los años dorados del radioteatro, de los dramatizados y programas en vivo, con orquestas y cantantes. La mayoría de las emisoras tuvieron espacios apropiados o acondicionaron auditorios para dichas transmisiones.

 

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