En las décadas de los ochenta y noventa, después de su renuncia a la Universidad Tecnológica de Pereira, al regresar a Cali Antonietta continúa dictando cursos de capacitación teatral y de literatura oral, entre otros.

 

Y como lo había hecho siempre, con la fuerza admirable que la caracterizó y la determinación para luchar por los derechos humanos, se solidarizaba cada vez que el dolor golpeaba a la sociedad a causa del asesinato de un estudiante, de un dirigente sindical o agrario. Entonces, corría a su máquina de escribir y tecleaba para expresarlo, para transformar la muerte en vida, para recordar la valentía y la perseverancia de quien había sido asesinado. 

 

Antonietta continuó siendo siempre la maestra de teatro que deseaba visibilizar lo que consideraba justo para toda la sociedad. Deseaba que todas las voces se escucharan.